Eder Sánchez vive un sentimiento agridulce

El marchista mexicano confía en que se recuperará de su lesión y regresará para ir a Japón 2020.

CIUDAD DE MÉXICO.- Para el marchista mexicano Eder Sánchez, plata de los Mundiales de Atletismo de Berlín 2009, quedar fuera de los Juegos Olímpicos de Río ha sido como caer a un abismo dulce, a partir del cual todo lo que le puede pasar solo podrá ser bueno.

"Ha sido el mazazo final después de tres años de una lesión tras otra, con cirugías y ausencias en los entrenamientos por las dolencias; ahora le daré descanso a mi cuerpo y en el 2017 me veo de regreso en el alto nivel", asegura a Efe el atleta de 30 años.

Eder es miembro de la dinastía de los Sánchez que tantas medallas ha dado a México en marcha; la más valiosa, la de Joel Sánchez, de bronce en 50 kilómetros en Sydney 2000.

Nació en el ambiente del deporte y entre sus mejores historias tiene la de cuando era bebé y los parientes lo metían en una maleta para entrar de polizón al sitio sagrado del Comité Olímpico, la pista sintética.

Creció entre caminantes y a los 18 años se dio a conocer con la medalla de plata de la Copa Mundial Juvenil de Alemania. En el 2008 ganó bronce en la de Mayores de Cheboksary, Rusia, y un año después entró tercero en los Mundiales de Berlín, pero se quedó con la plata tras la descalificación del ruso Valeri Borchin.

"He tocado fondo, mas no soy un rey caído, si lo fuera no hubiera hecho 1h 21:31 en mayo con un desgarre en un tendón de los isquiotibiales. Ahora lo primero será parar, con eso recuperaré la salud y seguro estaré en los Mundiales de 2017", afirma.

Eder cree que el proceso para formar la selección olímpica mexicana de 20 kilómetros fue turbio porque a última hora cambiaron las reglas, pero considera que es momento de apoyar a los elegidos para Río: Ever Palma, Pedro Daniel Gómez y Julio César Salazar.

"Se lo ganaron, ojalá se recuperen y caminen bien", dice al referirse al cansancio que acumulan los tres integrantes del equipo después de haber sido obligados a dar forma deportiva tres veces desde marzo, lo cual viola los preceptos del entrenamiento.

Está sentado en las gradas de un gimnasio en cuya plataforma su mujer, la simpática corredora de vallas Zudikey Rodríguez, hace de modelo con el uniforme de la selección olímpica de México. De repente la pierde de vista, entonces acepta hablar de su relación.

"Somos una pareja, pero en el atletismo cada cual hace lo suyo, esta vez no salieron los resultados para ir a los Juegos de Río, pero eso no significa nada porque vamos a empezar temprano el trabajo de la temporada 2017 y estaremos de vuelta", insiste con la autoridad de un jefe de familia.

Confiado como si todavía estuviera entre los mejores del mundo acepta hablar de cualquier tema y lo hace sin melancolía. Asegura que su peso anda solo dos kilos arriba de cuando ganó la plata en los Mundiales y nada más necesita alejar al ave negra de la lesión para tomar un segundo aire.

Con los genes de la caminata en su esqueleto, Eder es un atleta de buena técnica que de repente se ha visto lejos de las luces que lo alumbraron por 12 años. Lo toma con calma y hasta bromea al referirse a Brasil, país con el que tiene cuentas pendientes.

"En 2007 terminé séptimo en la Copa Panamericana de Camboriu, Santa Catarina, y no me llevaron a los Juegos Panamericanos de Río; ahora otra vez me quedé fuera", dice.

Aquella vez después de Río de Janeiro se colocó en cuarto lugar en los Mundiales de Osaka, Japón. Ahora saca en cuenta que el país asiático vuelve a ser un punto de esperanza en el futuro, aunque más alejado, dentro de cuatro años, cuando, según ha jurado, regresará para ir a los Juegos Olímpicos de Tokio 2020.

"Voy a seguir aferrado", repite y maneja la idea de que no debe estar triste porque el abismo donde cayó es también una invitación para empezar de cero con inocencia de novato. Algo parecido a cuando apenas sabía hablar y lo metían dentro de una maleta para participar en la prueba inventada de caminata de 25 metros para bebés.

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